Compasión es ver al otro sin los odios aprendidos
y sin los miedos aprendidos,
contemplarlo -que es la única forma de entenderlo-
inmenso y derrotado
(esa forma inaprehensible de la inmensidad,
como definir una pintura o un poema o unas
bellas nalgas).
Derrotados, las miradas cruzadas,
sabiendo que el tiempo,
ese mientras tanto que nos han arrojado
a la cara y sobre el lomo,
es sólo nuestro y de nadie más.
Compasión es vencer la muerte
venciendo esa vida inhumana
de la que solemos presumir.
Compasión es no tener miedo a los espejos
ni a los grandes enigmas.
La compasión ocurre, como un amansamiento,
sin que tú te lo propongas ni lo argumentes,
cuando descubres -ya lo dijo Gil de Biedma-
que nacer y morir son el único argumento
y que siempre estamos a mitad de la obra.
***
También me ha explicado el amigo Host que la vida es cobarde y traicionera, y muy peligrosa, que siempre te muerde, te parte y te saja. Y que no hay prevención posible, y que saber esto es la mayor trampa.
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