La primera duele más,
la más exigente, a nosotros
que no nos sostenemos,
acaso por las sombras y el silencio.
Escuece y taja sin opción
para casi erguirnos sobre las vértebras
sacando pecho
alzando una frente
que no son nuestros desde hace tiempo.
Negamos la lógica de la fisiología
y de la memoria por pudor
rechazamos un segundo juicio,
público,
una nueva derrota
innecesaria y hasta la hiel.
La primera luz, algunas madrugadas,
es el infierno.
martes, 31 de marzo de 2009
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