Si hubiera Dios, si existiera un ente infinito
y consciente que no sufriera de sordera
o autismo o cualquiera otra enfermedad
teológica, si tal Titán hubiera, me digo
con Bach de fondo, ese Dios contemplaría
el terrorífico Tiempo como una bella sinfonía;
lo percibiría como endomingándose ante un espejo
y se experimentaría dichoso y rotundo a sí mismo.
Y aunque Dios lo deseara con toda su alma
y con toda su infinita esfericidad, Dios no podría
encontrar un sitio para el hombre y los planetas.
No podrían todos los panteones multiplicados,
ni con un infinito tesón multiplicado, transmitirnos
su beatífica experiencia. Si hubiese una deidad
omnipotente y ese inmenso ídolo no padeciera
de enfermedad alguna e intentara invertir
sus incontables energías en el porqué del hombre,
infinitas veces llegaría a la misma conclusión; no hay
hombres ni planetas. Sólo un descuido, como un
mal sueño o un pequeño error, de mi multiédrica
esencia. No hay más que un Dios, se consolaría
satisfecho, un Ente Uno, infinito y múltiple reflejo de sí.
Me temo que Dios es platónico, tal vez spinoziano,
en cualquier caso muy asustadizo y orgulloso, y hace tiempo
que olvidó el incómodo desacierto del hombre y los planetas.
miércoles, 25 de marzo de 2009
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