miércoles, 11 de marzo de 2009

Rollo

Se puede ser kantiano, o epicúreo, o lo que se quiera. Lo que ya no es posible es serlo y además pretender que lo social y lo político, así en abstracto, lo sean también. Uno puede ir buscando su incómodo acomodo consigo mismo (un continuo luchar contra las propias inclinaciones vulgarizadoras) y hasta aspirar a cierta coherencia individual. Lo que es erróneo, imposible y perjudicial para uno mismo, es pretender cambiar lo de fuera -la sociedad y sus formas- conforme a tus criterios individuales, que son de uso y valor exclusivamente personales. Ese platonismo Ilustrado encubierto, o ese apostolado cristiano solapado, no son de recibo.

Podemos constatar la distancia entre tu yo y la sociedad en que te encuentras. Cuanto mayor es la distancia, mayor es el grado de autoconocimiento y 'libertad moral'; por contra, cuanto más identificado te sientas con lo exterior, menor es tu capacidad autocrítica y tu 'libertad moral'. A mayor satisfacción, menor individualidad. Quiero decir que soy capaz de percibir como una agresión hacia el centro de mi ser ciertas formas y maneras culturales, sociales y políticas. Puedes denunciarlo y hasta descubrir los ocultos mecanismos de esa agresión. Lo que jamás podrás, sin embargo, es cambiar ese entorno hostil. Sus leyes son otras, hasta me atrevería a decir que tan legítimas como las tuyas. Se debe ser pragmático (que dice Kant) en lo político y social, pero se ha de ser moral (honesto con uno mismo, y no avergonzarse ni engañarse demasiado ante el espejo) en lo individual.

El pragmatismo, la prudencia, me llevan a renunciar a lo social y político y cultural como dimensiones importantes para mí. Mera supervivencia. La honestidad conmigo mismo me hace experimentar el problema de por qué existo, y qué es existir, etc., como el central y más valioso de mi azarosa y desechable individualidad.

Pd: en mi mismidad -¡vaya palabra de filósofo!- caben ciertos rostros, evidentemente, pero no la Humanidad.

Pd (2): dice Sándor Márai que nos engañamos cuando, él lo llama naturalismo, pretendemos centrar nuestra individualidad en mostrar -vomitar- nuestros siempre míseros pensamientos y sentimientos más íntimos, y por lo mismo confusos y cambiantes. Eso decía Marai con 30 años y muchísimas ganas de decir el mundo y su lugar en él... ¡comprobaré cómo su angosta su inocencia! Como se dice, allí -aquí- lo espero.

Pd (3): borrador de reflexión para consumo incoherente interno: tal vez una lectura del Mito de Sísifo de Camus al modo de Ciorán, como si fueses el único ser vivo y consciente del Universo.

Pd (4): intentaré moderar y ser más discreto con mis tetrapléjicos poemillas. Soy un poeta póstumo (esto es una broma).

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