Es un viejo hábito. Muy de mañana, entre café
y tabaco, me hago buenos propósitos que incumplo
escrupulosamente nada más salir del café bar.
Por eso últimamente mis buenas intenciones
consisten sólo en intentar realizar mis buenos
propósitos, prudente e inteligente fórmula
pero de idéntica ineficacia, como pueden suponer.
He optado por no sugerirme ninguna intención
y acallar mi pequeña mala conciencia con artificios
y señuelos, un noble y elevado camuflaje, me digo.
Poesía, filosofía, buena literatura y memorias
y diarios de individuos muy grandes; inmensidad
relativa a mi tamaño, evidentemente. Con ahinco
y cinismo fundamento mi ateísmo interesado.
Me enamoro para sentirme más solo y más viejo
y anhelar románticamente tu sexo. Incluso he
memorizado decenas de prospectos farmacéuticos
para imaginarme un burgués maldito. Etcétera.
Un sin fin de artefactos cerebro coronarios que no
exigen ningún propósito, ni bueno ni malo,
y que van difiriendo mis buenas intenciones,
demasiado domésticas para hacerlas poesía:
Dejar de fumar,
no tomar café,
dormir 7 horas y no echar la siesta,
hacer algo de ejercicio
y olvidarme de las grasas saturadas,
la cerveza y el aguardiente
(todo esto por el colesterol, que es más
dañino que el amor o la tristeza),
no olvidar el nombre de mi mujer ni las fechas
del cumpleaños de mis 2 ó 3 hijos. Etcétera.
domingo, 15 de marzo de 2009
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1 comentario:
Hay cosas que me inquietan compay... Ningún libro en Lorca, no los había (sábado por la tarde, kioskos cerrados).
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