lunes, 22 de diciembre de 2008

Me digo a mí mismo

El espeso, el de mente opaca y resistente, soy yo. Sé que al platonismo más furibundo le acompaña siempre una dionisiaca pasión; sé que lo racional es metáfora de lo 'no tan falso', de lo no deshonestamente desfigurado. Sé de las máscaras, que como un bello y sombrío mar son múltiples y la misma. Admito lo de la claridad posible... hasta cierto punto. Pero ¿no es como si estuviéra diciéndome, sin decirmelo, lo que no quiero decir y tampoco callar? ¿Para qué...? ¿Para qué seguir hablando o pensando cuando todo decir y pensar vienen innatamente fracturados?

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