martes, 9 de diciembre de 2008

Yolanda

¡Qué terrible la naturaleza
en la mirada de un ángel partido,
en el rostro muy triste de una niña
de 12 años! Se llama Yolanda
y sufre un grado de parálisis cerebral.

Su padre, Use, le había regañado,
la había amenazado, como amenazan
los padres de infinito amor, con dejarla
en casa y no volver a vernos...

¡Qué triste -¡no hay ojos más dolidos!-
y qué ignorante de todo, de eso malvado
que es la vida, se quedó Yolanda
apoyada en la barra de Filo sin saber qué hacer
o decir pero con toda la negra melancolía
de un alma a destiempo!
.
No sentí pena por ella, ni por el bueno de Use,
sino que sentí helado y perforador todo el amor
y todo el absurdo -en esto consiste el verdadero
sufrimiento- de que es capaz el hijo del hombre.
Me atravesó una dulce y repulsiva tristeza
por todos nosotros.
.
La mirada de ojos negros y momificados
de Yolanda es, y no lo olvidaré jamás,
el trono vacante de todos los dioses.
.
Todo el rencor derrotado y toda la bondad humana
se condensaron amenazadoramente.
.
Era amor no felicidad
lo que emanó aquella tarde vulgar
de diciembre en la esquina sur de la Porticada,
y la lúgubre certeza de su inasumible futilidad.

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