martes, 16 de junio de 2009

Martes 16

Hablo de libros y de algún mísero pensamiento que se me escurre, que aparece él sin yo intervenir. Para evitar la ruina y la excesiva riqueza (no menos empobrecedora) es menester llevar no una ni dos sino tres o cuatro contabilidades. Mejor aun, no saber cuál es la menos real. Aprendiz de mucho y maestro de nada; en el sentido de Heráclito (¡!), por supuesto, y no en el moderno internáutico.
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Cualquier chamán prehistórico dice en uno sólo de sus gestos más verdad que todos los periódicos juntos de los últimos 200 años.
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Si es posible alguna sabiduría es la que aterró a los filósofos y de la que huyeron despavoridos arrojando conceptos como piedras contra la nada y el alma. Lo que los pensadores ni siquiera piensan, lo que callan inocentemente. Contra el folio en blanco con el que luchan. Al otro lado del concepto, al otro lado de los dioses y la gratitud humana (al margen del progreso y la historia)... de ahí no debiéramos salirnos en unas cuantas eternidades.
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Acabando el Cervantes. Acabando el Pidal. Ojeando el libro de Atkins sobre la segunda ley de la termodinámica. No sé si seré capaz de entender mucho, pero es importante intentarlo por el bien de la metafísica y la poesía.
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