jueves, 11 de junio de 2009

Jueves 11

Arranacarme el alma, pero no la vida. Esta es la imposible ley del hombre. La muerte que se anticipa en cada beso y en cada lágrima. El calor y el sabor más intensos que nada valen ante ningún tribunal. Dios que no supo ser hombre y se suicidó. El hombre que no sabe ser hombre y se cree un remedo artificial y mediocre de Dios. Dios que nos odia en su inexistencia infinita. Y nosotros que inmolamos nuestra alma sin ningún motivo. Quizá el del dolor y la infelicidad del limosnero.
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Como una rabia, una congoja y un frío que suben y anidan en el pecho hasta casi hacerlo estallar. Los ojos vidriosos. El lomo partido. Las palabras asesinas e incomprensibles. El tiempo que gotea a golpe de irrisión. Rezar a la nada, encararte y mirarla desafiante... tampoco. Dejarte matar por ella mirándole los ojos. Hoy me dueles demasiado para perdonarte.

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