jueves, 4 de junio de 2009

Jueves 4 (2)

Igual es sólo Literatura, pero añoramos un Silencio, una paz e impasibilidad más que mineral. Digo que este anhelo quizá sea tan sólo literario (un mero prejuicio cómodo) porque cuando aparecen otros silencios, como pedruscos contra la frente, no sabemos exáctamente como digerirlos. Lo único cierto es que se presentan absurdos y que escuecen en la epidermis del alma. Recuérdese que el alma sólo es una fina apariencia, un leve velo sin posibilidad ni deseos de contenido.
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Callar, en sentido amplio, que incluye el no escuchar y el cese de las apetencias de cualquier tipo, callar es una forma de estar presente, más contundente y luminosa (beatífica o diabólicamente) que cualquier alarido. El silencio que grita contra sí mismo mirando cara a cara el extraño mundo con sus múltiples avatares. No leer, no escribir, no pensar... permanecer, sin estar, compulsivo ante una servilleta, un café doble, o una estúpida pantalla de ordenador. El más fecundo diálogo cuando dos silencios honestos se enfretan para acabar sonriendo ante el absurdo de la vida y sus azares. Después de cualquier dolor, tomarse en serio el mundo y sus decorados constituye delito de lesa compasión.
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Nunca nada es lo que parece, porque si bien se le mira nada es. A las circunstancias se les da la vuelta porque son sólo coincidencias intercambiables (salvo para las almas acorazadas en guerra fría con el Hombre); en verdad no hay vuelta ni engaño posible porque el humus del que todo surge es el puro azar, siempre apurado de tiempo y corazón, y éste es tan inmutable que lo difícil es tomárselo en serio, como si fuese real quiero decir.

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