jueves, 19 de marzo de 2009

Poema hondo

Tengo un páncreas hipertrófico.
Como el que es rubio, miope, suizo,
le toca la lotería o le diagnostican
una buena hernia de hiato.

Un páncreas ultradesarrollado
y en rebelión fisiológica (así me
ha dicho el doctor, pero para mí
que es todo psicológico). Un páncreas
demasiado grande y con las glándulas
absolutamente desorientadas
que se comportan como si fueran las
suprarrenales o las tiroideas pero no como
han de hacerlo las pancreáticas. Se niegan
a cumplir su necesaria función; regular
el nivel óptimo de dulzura del organismo.

Y así me ando con un páncreas gigante y
el azúcar por las nubes.

No crean que me gusta hablar de estas cosas
tan sucias y sicalípticas -que yo también
tengo mis escrúpulos- pero temo que mi
dolencia se agravará si confirmo un último
descubrimiento:

mi inmenso páncreas incompetente
no está situado donde debiera, al menos
donde prescriben los manuales de anatomía
y fisiología. Me lo palpo (reflexivo, triste
y pensando que todo es psicológico)
entre el coxis y la uretra, donde,
según me ha dicho un amigo, funcionario
del Ministerio, debería estar la próstata.

La verdad, empiezo a preocuparme.

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