jueves, 12 de marzo de 2009

Poema

A veces cuesta trabajo no admitir las verdades más evidentes
y sin remedio, no oír todo aquello que sé y que me digo algunas
mañanas al afeitarme. En cada mentira y en cada gesto mendaz
anida una gran verdad. Supongo que es una acertada definición
de la existencia.

La voluntad es una dentellada al aire que se duele a sí misma
y ciegamente repite y repite hasta la sangre y hasta después
de los colmillos y la esencia. La voluntad está vacía y empuja
y empuja hasta la nada y hasta más allá de todas y cada una
de las edades. Que la voluntad, mirad a Nietzsche, es salud y
es enfermedad, que la alegría es un desacierto del cansancio,
como el hombre de Dios, y que no hay mejor paliativo que
las lágrimas, la entereza y el baile, todos impracticables
como algunos caminos cuando la tormenta. La palabra
voluntad y la voluntad son la clave, y que esto nada vale
en un mundo y en un corazón y en una inteligencia
tan desmenuzados y descompuestos, tan en su punto de hedor.
Cochambre a fosa común. Frío de cementerio profanado.
Acertadas definiciones de la vida. La voluntad es fría, aunque
la imaginemos cálida. La voluntad es griega, aunque la creamos
oriental. Amarilla, aunque la soñemos blanca, roja o azul.

Que la voluntad es un atributo del viento, de los hombres
y de Dios, y que esto sólo demuestra que ni Dios ni el viento
ni los hombres existen; o que tal vez existan torcida y levemente,
en cualquier caso un error multiculor, laberíntico y hediondo.

La voluntad es lo más tenaz, pero no es suficiente para saciarnos
y ella es insaciable. La voluntad -lo más real e intenso- es estéril.
Los hombres, y también tú, somos sangre yerma y huecas palabras,
tentáculos lastimosos de una gran medusa traslúcida e impotente,
irresistible, casi infinita pero incapaz de Ser ni de parir Ser
ni aún su sombra o los despojos de una memoria o un futuro.

La voluntad, sin embargo, no sucumbe. Por definición es eterna
como demuestran las leyes de la termodinámica y nuestra terca
insistencia. La voluntad desesperó del universo, buscó refugio
en nuestras almas y ahí sobrevive a costa de nuestro propio
vencimiento. Derrota del fruto agusanado. Esperanza y olvido,
la llaman algunos, amor y fe, otros. Deseo, azar y libertad, muerte
y eternidad, son más exactos. La voluntad es nocturna.
La voluntad es tímida. No es soberbia pero sí altiva. Compasiva
sin engaño. La voluntad mide sus fuerzas con la Luna y las estrellas
y no con el Sol (a cuya luminosa y cálida sombra todo se calcina).
La voluntad es sabia, dulce y lentamente sabia como algún amigo
y algún libro, quizá como el espejo en que te afeitas cada mañana
mirándote los ojos y sosteniendo una fría navaja.

No hay comentarios: