martes, 3 de marzo de 2009

Tarde

Me esfuerzo por contemplar las cosas de otro modo. Más en sí mismas, como de hecho van ocurriendo y soy capaz de compartirlas con los demás. Me esfuerzo pero no lo consigo. Recuerdo que también yo experimentaba un mundo compartido. Sigue ahí, sí, pero como artificio. Un decorado sin sustancia ni verdadera realidad. En cambio para mí son reales los hechos, las circunstancias, de un modo bien distinto. Pasan fugaces a mi alrededor y soy incapaz de darles consistencia. Son fugaces y grises para una conciencia un poco como adormilada. ¡Cada vez más egoísta y en soledad! La soledad se aprende, y es dura. Ni bueno ni malo, supongo, pero es desagradable las más de las veces habitar un universo tan transparente y vacío. Hambre de realidad, eso es. Necesito engañarme con una pizca de solidez fuera de mí para darme a mí mismo esa imposible inocente estabilidad. Sé que la vida es naufragio, que es una bella palabra de la muerte, y todas son terribles y tristes, lo sé... pero aún no, aún no. No quiero preguntarme por qué tan infantil pataleta, porque si de algo me precio es de mi pequeña e imperfecta soledad.
.
Quisiera otro mundo que el tuyo
de sorda insistencia hueco
que el tuyo otro tiempo
instantáneo y partido
otro que el mío
que solo recuerda
la pesadez de las cosas
la ventisca de los vientos
del sol el calor
la felicidad de la alegría...
cuando se respetaban las leyes de la vida
y yo fui un hombre.
.

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