miércoles, 12 de diciembre de 2007

¿Aforismos?

1.Los platónicos anhelan la mayor simplicidad y pureza para vivir plenamente su empobrecida espiritualidad autosuficiente. Luchan contra las pasiones y los sentidos. Los platónicos suponen que es el cuerpo, la propia voluntad, la sociedad y la historia, estos grandes productores de imágenes, el enemigo a batir. En platónico consecuente, hastiado y perplejo, termina destruyendo el Yo que pretendía rescatar.

El ‘Mito de la Caverna’, o de la liberación del alma... de sí misma. El horror a la concupisciencia es el miedo a la libertad.

Sólo al precio de la Felicidad Absoluta –o del Placer Absoluto, pues son indistinguibles- renunciamos a la libertad.

El gusto por lo caótico e informe, por la creatividad, es anulado cuando se imponen cualquiera normas al espíritu. Más aún cuando se las imponen al cuerpo.



2.Nada hay afuera y no me llega el eco de mis gritos. Aúllo y nada. Nada. Tal vez mi voz es sólo una nota más de esta infernal y ridícula sinfonía del horror y el absurdo que es el Universo entero. Necesitaría gritar otra cosa que yo mismo. El bramido que desde afuera del mundo, como un rayo destructor no menos absurdo y ridículo que el mismo Universo, lo atravesara y fulminase. Entonces, cuando nada quedara, yo sería algo.

3.Una ficción. desaparecer en el caos de la Literatura. Me mentiría como nunca y olvidaría mi voluntad y conciencia para hacerme en ese torrente de las palabras que desde antiguo nos han llegado. Sólo así existiría yo.

4.Hay quien dice lo que piensa. ¡Bendito!. Hay quien se cree lo que piensa y dice. ¡Bendito!. ¿No sería posible sólo decir, sin creer ni pensar en nada que las solas palabras?.

5.Nostalgia de la infancia. Nostalgia de aquella nostalgia. Miedo al futuro aún más disolvente.

6.Saber un secreto y matarme sin divulgarlo. Ser yo ese secreto.

7.Puntual llega cada segundo, uno tras otro. Sospecho por eso que el tiempo es irreal, sólo una ficción. ¿Qué mente o voluntad lo engendraría y para qué?. La cobardía o el dolor más absolutos; sólo el transcurrir del tiempo me exime de quedarme a solas conmigo mismo.

8.Los griegos nada nos enseñaron; sólo nos nacieron. Todo lo aprendimos después; que nada es ni puede ser dicho, y que los griegos estaban equivocados.

9.Pudieran tener razón. ¡Qué más da!. La razón última nunca tiene sentido. No tienen razón; me falta voluntad.


Cavernas y palabras, paisajes y pasiones del alma, personajes de todas las histoias, portadores del miedo y el silencio.


La memoria nos hace más tristes. También la esperanza consume nuestra vitalidad.


La tierra de mi infancia no se dice con palabras, ni son las palabras.


Ni la compasión ni el amor nos salvan, sólo el olvido –imposible- y la enderezadora mortaja.


¿Caminos sobre la mar?. Nostalgia. Fosas de coral.


¡Ay, romanticismo!. Piensas que tu alma es grande y el mundo pequeño, pero son lo mismo. No son nada.


Hay épocas e individuos en que el alma se expresa riendo; en otros, cantando o llorando... Hay épocas e individuos, en que el alma parece morir, o en los que el alma no aparece en absoluto. Siempre paradójica, gusta de ocultarse a esa voluntad que nada redime.

Mismidad. Por la calle te señalan los dedos y las miradas. Tus libros te señalan con versos y argumentos. Sin embargo, ni en los otros ni con la pluma logras agarrar lo más mínimo que puedas llamar ‘un yo’.

Schopenhauer entristecido: ¡ay, inmortal Goethe, de la juventud perdida y la sonrisa forzada; Schiller y Laura in memoriam!. ¡Ay, romanticismo, que pensaste el alma grande y el mundo pequeño. Pero son lo mismo y no son nada!.


Nací bajo el signo de un agujero negro, y como tal me devoro y me devasto. Esta es mi estrella. Los genes, mis estúpidos complejos infantiles, mi malhadada voluntad perezosa y autocomplaciente... ¡qué más da, si así soy, y sin gustarme no quiero otra cosa!. Me nacieron triste, tal vez en exceso, y triste me hice, triste e inevitable. Me he desgarrado las entrañas. Un exceso de educación tradicional, que nos hace descreídos y rigurosos con la propia alma hasta extremos masoquistas. O al contrario, un exceso de vino e ideología... No más caminos sobre la mar, sino tumbas de coral.
La nada nadea (pongamos que de Carnap); ¡hombre, pues claro que sí, y la poesía nadea, y la lógica nadea... y tú y yo nadeamos, porque somos una inmensa nada que se retuerce y se nadea!.

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