sábado, 8 de diciembre de 2007

¿Prometeo?

Nos condenaron, justamente, todo hay que decirlo, al trabajo y la muerte. El castigo -creo que estoy recordando el relato de Kafka sobre Prometeo- sin embargo fue cruel y más vengativo. Se nos condenó (ya digo que con toda justicia) al olvido y a la mediocridad inocua. Malgastamos nuestras energías anímicas en el asunto del trabajo, en los asuntos del mundo, sin reparar que nuestra condena fue por reflexionar y desear más allá de nuestra naturaleza. Quién sabe si es posible y deseable revertir el flujo de nuestras inquietudes hacia una sociedad de hombres apartados y vueltos hacia sí. Tan inconcebible mundo nos acercaría al estado divino y nos alejaría de la trabajosa e inteligente -pero placentera- animalidad. ¿Qué castigo nos tendrían reservado entonces los olvidadizos y rencorosos dioses?

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