domingo, 16 de diciembre de 2007

Religión y política III

La mente, el alma, la razón, el corazón, del creyente (del católico militante, del ecologista, del marxista, y de cuantas dulces combinaciones y gradaciones queramos) no hace más que buscar la propia acomodación con lo establecido. Desdoblan en su alma la realidad para así encontrar un sentido a su vida. Esta obcecación por el sentido (este espíritu arácnido, que dice Nietzsche) les lleva a un dogmatismo, a una satisfacción y suficiencia morales, que atenta contra los que modestamente no queremos tener el mundo en la cabeza ni deseamos que éste sea tal como algún corazón desbocado dicte. Por otro lado, tal proceder (las más de las veces subvencionado, esto es, controlado, esto es leibniziano) jamás pone radicalmente en duda el orden histórico encontrado. Esta duda radical los llevaría al naufragio y a la miseria individuales, que es lo que a toda costa quieren evitar. Sobreviven, con las conciencias tranquilas, negando pero sin negar realmente, el mundo que se encuentran. Los tópicos, demoledores en la era de los media, son su Evangelio.

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