sábado, 8 de diciembre de 2007

Imbecilidad y maldad

Lo triste es que no veamos alternativa a la imbecilidad y a la maldad; las dos formas humanas más elaboradas de pasar el tiempo. Hay infinidad de otras posibilidades, gigantes con pies de barro, quimeras sanguinarias, cementerios empulcrados; ¿de dónde la ingenuidad y las fuerzas para creer en ellas? ¿cómo creer en el hombre y en uno mismo tal como han sido y son las cosas? ¿Qué malvado o imbécil motivo nos llevaría a una gran tarea?
El pensamiento y la voluntad de reacción, ¡ser reaccionario!, sin caer en el fácil (pero quién sabe si inevitable) fascismo.
Los intelectuales comprometidos están demasiado cerca de las ubres de la bestia (un gran buey, que nadie piense en leones). Incluso los más honestos han pactado -se han comprometido- en primer y principal lugar con la sociedad y época que en voz baja -siempre en voz baja- dicen criticar. Sus conciencias, el últmo reducto que dicen defender, les han marcado el límite de la crítica en la supervivencia espiritual... en la sociedad y en la época donde surgen.

La terrorífica lucidez que nos muestra la falsedad y vaciamiento de nuestra sofisticada grey, será siempre callada en beneficio de la alegría y el optimismo del propio alma, más deseosa de la realidad que del deseo.

No hay comentarios: