Lo más difícil ya lo enseñan todas las tradiciones de todos los tiempos y lugares. Conocerse uno a sí mismo. Es lo más difícil y lo más doloroso. La mejor Literatura nuestra actual va de eso, y a veces sabe cómo hacerlo. Historias sin principio y sin final, de escenarios cambiantes e insignificantes. Jugar a duplicar o centuplicar 'la realidad', poniendo a prueba las posibilidades del propio sujeto/narrador. Enfrentándolo a los más básicos e insolubles dilemas morales y metafísicos. Ser narrador. Ser, simplemente. Simplemente, fundiendo la superficie y los abismnos de la vida.
De entre los clásicos del género, para mí, Hermann Hesse. Paul Auster, en los dos últimos libros que le he leído, 'Viajes por el scriptorium' y 'El hombre de la oscuridad', ha abandonado esta vía. 'Tombuctú' o 'A salto de mata' prometían mucho más. Creo que el proceso de Auster, desde esta perspectiva que señalo, ha sido a peor. Ha ganado, indudablemente en agilidad y capacidad de entretenimiento. Disfruta, se ve, ficcionando. Pero sólo hace eso; con buen oficio escribe doscientas páginas multidimensionales olvidando el asunto principal de la propia búsqueda (deambuleo) interior.
jueves, 9 de octubre de 2008
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