miércoles, 22 de octubre de 2008

Itaca

Me gusta recordar, a veces, algunos mágicos lugares del pasado. No es un ejercicio intelectual, o lo es sólo derivadamente, sino sentimental. Tontamente sentimental. Me encuentro allí de golpe, arrastrado por la marea de mi conciencia, mi memoria, mis pequeñas ilusiones y mis desengaños. Ítaca, mi dulce y pacífica Ítaca de otro tiempo. Es agrio el recuerdo, y también dulce; la nostalgia de un yo más inocente de algún extraño modo me reconforta levemente. Ni Troya ni Ítaca existen en ningún sentido, sólo la circular y laberíntica travesía en que consisten mis pasos. Aquel faro lejano que fue la soñada patria lo constituye hoy mi voluntad de leer y entender y actuar lo más honestamente que mi alma sea capaz. Sin compromisos, sin esquemas ni disfraces previos, sin intención de ganar nada.

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