sábado, 4 de octubre de 2008
Güeston
Siendo absolutamente honesto, y sin pretender caer en ningún tipo de oscurantismo mágico, he de reconocerme que en las cuestiones realmente importantes para mí, incurro siempre en un razonamiento, sentimiento y comportamiento falaces. Reduccionismo, petición de principios, ad baculum, dramatización interesada, emotivismo... El amiguete Güeston me ha dado los nombres de mis inevitables pecados intelectuales. El más puro de los argumentos, el más desinteresado sentimiento y el más noble comportamiento, no son más que las formas admitidas (aquellas que mejor esconden aquella motivación que ellas mismas satisfacen; ¡o Ilustración!) en la Gran Falacia metafísico-moral en que nos encontramos.
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