martes, 28 de octubre de 2008

Varia (4)

El inteligente y estúpido anarcopacifismo de Camus de septiembre del 39.

La vida alimenta el silencio. La algarabía se vuelve severidad.

El deseo sexual y la muerte. La idea de la muerte y después la experiencia de la decrepitud y de la enfermedad. Las vidas no vividas. La nostalgia neutra de la infancia. El horizonte vacío de cualquier voluntad. El bovarismo salvaje que nos acomete en los momentos de euforia. El implacable deseo sexual; el sexo como olvido y placer. También el sexo quijotesco y desencantado. Poco más.

La miseria, dice Camus, es un motivo para la vida. Apartar la vista es humillante.

Cuestión abierta. Muy abierta: no tiene razón Camus (y tampoco MLL) cuando exige de la obra de arte (o del pensamiento, de la narración en definitiva) decir lo menos posible de la propia experiencia. Nada que ver con el pudor o el estilo. Encubrir la propia existencia, es desfigurar el único objeto y sujeto de la experiencia. Igual se trata sólo de una custión de palabras. 'decir la propia experiencia' o 'decir a partir de la propia experiencia'.

Máxima mínima, sin contenidos positivos: esforzarse por comprender la imbecilidad ajena es el antídoto, por limitado que resulte, para descubrir y luchar contra la propia imbecilidad. A la inversa, la propia imbecilidad como ajustado rasero hacia los demás.

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