domingo, 1 de febrero de 2009

Juicio Final

Aunque soy escéptico sobre su realización,
en el Juicio Final presentaremos cuentas.
Un inventario de las cosas innecesarias
y un inventario de las necesarias.

Lo primero parece fácil de hacer,
y suponemos dificultades no insuperables
para lo segundo. ¿Quién no sabe de lo necesario,
de lo íntimo y esencial, quién no se conoce,
quién no ha sido hombre alguna vez?

La mente y el corazón, estoy convencido,
se esforzarán en vano ante los impasibles
ojos del Juez. Estoy convencido de que ese
día ninguno sabremos qué decir.

Ambas columnas, por fin, las dejaremos en blanco.
Ese será nuestro delito y nuestra condena.
El Sabio Juez no podrá hacer nada por ayudarnos.

Yo quisiera la inocencia de llevar preparada
mi exposición, y quiero creer que seré capaz
de balbucear ante el Impasible algunas palabras.
Soy escéptico, y sé que no las escuchará.

La tristeza,
la nada,
el miedo
y la muerte.
El frío.
Algunos libros.

El amor,
que no es amor
sino pasión,
deseo,
piel.
Lo cálido.
La vida.

Pero soy muy escéptico,
y ese día no sabré qué decir
y menos que nada cuál
de las columnas es el Hombre
y cuál soy yo.

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