jueves, 12 de febrero de 2009

Migrañas a las 2 de la tarde

La mia es una profesión desprestigiada. Soy atunero, casi de los antiguos, y triste y amansadamente he llegado a esta conclusión. La eficacia de mi labor es directamente proporcional al grado de desprestigio, ineficacia y humillación que he de padecer. No puede ser de otro modo, y los entiendo a esos canallas de Petesburgo y Moscú, porque el atún ya no es necesario para la alimentación, si acaso como vestigio obsoleto y coartada de una insana pero rentable dieta 'mozambiqueña' tan necesaria en estos tiempos correosos y fatuos que nos ha tocado, a los atuneros, maquillar.

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