martes, 4 de noviembre de 2008

Kafka de Camus

En 'El mito de Sísifo'. Kafka, como Chestov o Kierkegaard, es un autor existencialista, pues partiendo del absurdo termina abriendo la puerta a una cierta esperanza, en el sentido de hacer 'las paces con la absurda y trágica existencia'. Pero vayamos por partes.

Comienza Camus afirmando que su interpretación no es la única posible, que son también válidas las lecturas políticas y sociales que del autor checo se han realizado. Una lectura étinica, por supuesto también es posible, así como una lectura puramente estética o formal. "Todo el arte de Kafka consiste en obligar al lector a releer... Un símbolo supera siempre a quien lo usa y le hace decir más de lo que realmente tiene conciencia de expresar."

Partiendo de la actitud de los personajes kafkianos, temblorosos, perplejos y obstinados, y de la fusión artística que hace Kafka de lo lógico y lo esperpéntico, afirma Camus su tesis principal de que Kafka "extrae de sus contradicciones razones para creer, y razones para esperar de sus desesperaciones fecundas, y llama Kafka vida a su aprendizaje de la muerte."

El 'qué' de la obra kafkiana es la extrañeza trágica de sus personajes ante la vida, ante el hecho insólito de vivir en un universo absolutamente mudo. El 'cómo' de este pensamiento es lo paradójico irreconciliable insuflado por una persistente y heróica capacidad de seguir viviendo. Melancolía, nostalgia del paraíso, perseverancia... una ética de la lucidez y la esperanza. El absurdo como cuna de falsas esperanzas, sino objetivas y trascendentes sí lo suficiente para que el hombre encuentre su lugar en la existencia. El sufrimiento y la humildad, esta es la palabra clave, como motivo para la salvación posible. 'El castillo' es la obra donde mejor se ve el existencialismo 'esperanzado' de Kafka. Por contra, en 'El proceso' o en 'La metamorfosis' tal optimismo desde el dolor, este dolor del mundo y del yo que termina siendo una vaga especie de alegría de Dios, no aparece aún. En 'El castillo' se da respuesta al problema absurdo y trágico que Kafka ha planteado en obras anteriores.

Para Camus, por contra, la verdadera obra trágica y absurda sería aquella en la que una vez desechada toda esperanza futura se describiera la vida de un hombre feliz. No de alguien que se agarra al absurdo del absurdo como motivo para pactar un gris y triste y derrotado permanecer en el mundo. Nietzsche, dice Camus, es un buen ejemplo. Es pues la existencia apagada y derrotada a lo que nos lleva el existencialismo, incluso el ateo, lo que Camus reprocha al existencialismo, y por eso él nunca se sintió identificado con él.

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