miércoles, 26 de noviembre de 2008

Me repito, qué le vamos a hacer

Sin novedad. Ganó Platón, ganaron sus miedos. El eterno retorno -¿lumionoso? ¿verdadero, bello y bueno?- del que huyó santificándolo (¡no son nadie los dialécticos!) ha tomado posesión de estas tierras valdías. Nuestra época, tú y yo, desértico y enamorado compañero. La vida, como dijo áquel, es el lugar menos apropiado para vivir; el relumbrón inicial, amnésico -como un bautismo ateo- deja esquirlas negras y retorcidas que ni para el arte son ya motivo convincente. ¿Otro arte? Quizá, pero no vale la pena. Ni otra razón ni otros hombres... Que yo crea que no vale la pena no significa nada, lo sé, pues otros hombres llegarán llenando nuestro infinitesimal espacio y tiempo de nuevas (las mismas) babas dulzonas, como diría Panero el Loco. Unos garabatos, como un retortijón cómico y patético. Podemos decir 'trágico' si en algo nos consuela; pero todo consuelo (¡retorcida enfermedad!) nos deja más derrotados y tristes, más a la intemperie y desnudos, más desconsolados. Amén. A tu salud.

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