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'Sobre la duda' (de 1969) de Horkheimer, en 'Sociedad en transición...' No he podido hacer una lectura más objetiva del pequeño texto del francfortiano; interpretación heterodoxa, pero sin alcanzar los límtes poéticos, del mismo: todas las épocas y sociedades han luchado por todos los medios contra el escepticismo, han evitado la insana duda insobornable. El motivo universal ha sido el innato instinto de perpetuación, autoconservación, de las formas culturales, de los destilados racionales.
La religión y la ideología, casi siempre históricamente cosificadas y cosificantes, conservan sin embargo, y es inevitable que así sea por su origen arracional, ciertos elementos liberadores de lo humano. Por ejemplo: la nostalgia de lo paradisíaco, el sentimiento del amor y la injusticia, la culpabilidad de la especie, el deseo y la esperanza de la felicidad sin fin, el sentimiento poderoso y leve del absurdo sufrimiento. ¿Por qué hemos de sufrir?, se pregunta el corazón del hombre por medio del impulso religioso, ideológico o artístico.
En la técnica, en la sociedad tecnificada actual, en la sociedad totalmente administrada en que inocentemente nos hemos metido, la religión, la ideología o el arte no son necesarias como motor eficaz de lo humano. ¡No son eficaces para la perpetuación social, o para proporcionar una imagen del para qué social! Por su parte, y esto agrava el asunto y lo convierte en un problema nuevo, la técnica no esconde en sí ningún potencial liberador. Sencillamente porque ella es por definición un medio para otros fines... a los que ella niega por la ineficacia e innecesariedad de los mismos.
Pregunta, a la que tristemente hemos de responder que no. ¿Es posible poner la técnica al servicio de la ideología, la religión, el arte, la poesía, la literatura? En su dialéctica cosificadora/liberadora, la ideología, la religión y demás pueden ir destilando pequeñas gotas de humanidad, y recordándonos de continuo el deseo de otro futuro, o cuanto menos dando cuenta de la insatisfacción ante cualquier forma histórica concreta. La duda humanizadora es el motor de dicha dialéctica no inocente ni ingenua. Renunciar a la duda es renunciar a la conciencia del dolor, es renunciar a la humanidad de lo humano. El espíritu no fanático puede luchar en pos de este ideal negativo por medio de la religión, la ideología o el arte; una religión, ideología y arte no fanatizado ni positivizado, no administrador sino iluminador de lo humano, siempre imperfecto.
La duda no es posible en la técnica ni en nuestra sociedad global administrada, cuyos principios son siempre fórmulas inapelables para el buen y mecánico funcionamiento, y no para un funcionamiento distinto y mejor.
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