Pues igual es esta la cuestión. Que ni queremos ni podemos encontrar la belleza del mundo. Nuestro escenario es inexistente, o cuanto menos algo realmente secundariio para un alma trágica. Tragedia no es la belleza sentida y fugaz de la existencia. La tragedia es el naufragio irremediable del sujeto lúcido. Justamente por su falta de contenido, nuestra tragedia es cómica. La comicidad sin embargo no compensa los tormentos de la vacía insatisfacción. La experiencia del y en el mundo no es pobre, es neutra. La experiencia transformadora (como una nada retorciéndose que diría el poeta) es la interior. Hay muchas formas de ejemplificar esto, todas en clave personal. Los 'paseos' por el mundo y los otros, tristemente, son sólo eso, ardiles contra la memoria y la honestidad.
Albinoni, cuando estamos de buen ánimo, o mejor Bach, que te permite olvidar, o cualquier cantautor que sin quererlo te recuerda todo lo que no sabes.
No rendirse a este pensamiento y sentimiento negativos, pero tampoco intentar falsificarlos ni encontrale no sé qué valor oculto. Acaso la literatura como desahogo y forma de vida; un poco de literatura te aparta de la vida (de ti mismo), pero mucha se convierte en vida. El mundo sigue girando, absurdo y sublime -inabarcable. Tú, envejeces y vas angostándote, aprendiendo nada, ni siquiera a morir, sintiendo nada, pues del paraíso no nos resta ningún recuerdo. Convirtiéndote en un personaje de la literatura posible.
martes, 11 de noviembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario