Lo que más nos tortura es aquello a lo que no podemos renunciar, a nuestra memoria.
El mal es innecesario e inevitable.
Queridos mandarines: toda Escolástica es insolentemente indolente.
La injusticia hace correr la sangre humana, la de los verdugos y la de las víctimas. La justicia, los pálidos instantes de justicia, hasta el presente, también se han alzado sobre la sangre, sobre la inocente y sobre la culpable, que no siempre pero sí en demasiadas ocasiones se pueden distinguir.
Posiblemente Dios no existe, y de existir no lo haría sobre una pizarra ni entre las hojas de los libros (Dios no querría ser un asunto cultural)sino en el corazón pequeñito de algunos hombres.
Pd: rehacer 'Estuve demasiado tiempo...'; sí, soy un sucio y mezquino plagiador.
sábado, 1 de noviembre de 2008
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