jueves, 27 de noviembre de 2008

Preliminares

Un deseo impuro
es ansiarte sólo en ocasiones
o desearte púdicamente.
Comerte con los ojos está bien,
es mejor que sólo soñarte
desnuda y rendida,
pero lo realmente puro
es devorarte de verdad
y entera. El orden del festín
no añade ni resta nada
a la pureza del acto.

Un arrebato impuro es morir
contando los segundos
hasta volver a verte,
para no decirte nada.
Más pecaminoso, el único pecado
y el único infierno,
es volver la mirada y esquivarte
cuando entras. Majestuosa,
bella, infinita, apetecible.

No pienses, podría parecerlo,
que es esto una declaración de amor.
No lo es. Es lo que parece.
La confesión de un vaciamiento
físico imposible, de una fusión sudoral
y de un banquete,
de una penetración abismal
sin compromisos ni palabras,
como una ley de Dios
o de la entrópica naturaleza.

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