Ser cínico, de boquilla o por mera actuación, porque ser no se es realmente nada, implica un esfuerzo nada desdeñable. Una mezcla poco sutil de ironía y humor. Cuando tal mascarada se mantiene ante el impersonal público uno asume la incomprensión. A cambio has gastado y ganado unos minutos con los demás, que es preferible en muchas ocasiones a estar totalmente solo y permanecer hermético. Mi cerebro y mi corazón estallarían, literalmente, si ese sombrío egipticismo fuese mi estado permanente. Se trata de una necesidad secundaria pero imprescindible; la de bufón despistado y pícaro cargado de referencias bibliográficas.
Ante uno mismo el cinismo es más noble: 'sigue un poco más; leerás aún algunas bellas páginas; verás crecer a tus hijos; qué bien entiendes, como Occam con su navaja, ciertos temas desde este cinismo desmitificador, etc'. No es realmente cinismo, tal como habitualmente utilizo la palabra. Es más bien miedo e inteligencia para engañarlo.
Ante unos pocos amigos (así somos los epicúreos) se supone el uso público del concepto, las risotadas incluidas, pero se sobreentiende esencial e íntimamente (por amistad, por amor) el uso privado del mismo. Algo así. Abrazos. Salud. Más abrazos. Y más abrazos.
Pd en primera persona: es el débil, no el fuerte, el más susceptible.
viernes, 28 de noviembre de 2008
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2 comentarios:
ironias como hojas al viento, ignoradas e impasibles jirones de miedo.
Algo así. Como esquivando rápido la vida.
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