viernes, 15 de febrero de 2008

15 de febrero

Y la rabia, que es una energía
tan absurda como la bondad,
se dispara certeramente ciega
contra los más hormigonados
y melosamente opacos muros
del Sagrado Gran Leviatán
y de los pequeños leviathan
con quienes comparto, en fin,
unos pocos metros cúbicos
de aire científicamente testado.

La rabia de la sed,
de la derrota merecida a pulso,
de los carnosos labios resecos,
de la justicia inclemente y fatigada
de un Sol rotundamente negro y compacto.

La rabia endiablada
y rabiosa del perro
inocente convertido
su pellejo en la diana
de todas las rabias, los odios
y las justicias que alguna vez sentisteis.

La rabia grave,
de la sangre,
de la felicidad,
de los que escupen y de los que beben
sangre negra y áurea felicidad.

La rabia honda y profunda,
tan honda y profunda, invisible,
que recuerda a la vida.
El miedo, la rabia,
la rabia, la paz de camposanto,
un nombre rabiosamente falso.

******

Cuando miro en la limpia noche los miles de estrellas que salpican
esa nada licuosamente negra que nos envuelve, yo no me estremezco
ni me admiro. Ese ensuciado blanco en negro me parece insulso, simple
y demasiado cercano. Lo que yo sé, lo sé por los libros. Y ni el Universo
ni mi ser se me han antojado nunca un libro. Por los libros conozco
las distancias imposibles, miles de millones de años luz –unos 15 ó 20 mil,
según dicen algunos libros- que son, como dicen otros libros,
las exactas medidas de un vasto féretro. Su forma es apergaminada.
Me admiran y me estremecen los libros de astronomía
y sus terroríficas historias, también los libros de poesía;
no creo que nadie se haya percatado realmente
de lo aterradores que son algunos poemas y los libros de astronomía.
Podría no significar nada mi valeroso rodeo libresco,
pero me pregunto (más cansado que estremecido y admirado) si nuestra incontestable
hipermetropía intelectual (en otra ocasión hablaremos de la miopía sentimental),
nuestro raquítico y pedigüeño sistema categorial a priori que dijo aquél,
no nos estará ocultando otras y todas las verdades y mentiras de la especie,
dejándonos sólo algunas verdades indecibles y a medias, que permiten,si no la felicidad sí la escurridiza ilusión de la esperanza y el olvido.

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