viernes, 15 de febrero de 2008

Fernado Arrabal

No sabía nada de Arrabal, salvo su estúpida, así me lo parecía, imagen que los medios -que se quedan en cuartos- transmiten muy de tarde en tarde. Intuía que era respetado, que es un intocable para nuestra progresía de latifundio, pero que tampoco es muy querido. Un primo lejano al que mejor no ver.
Lo primero que a este hombre le he leído ha sido su 'Carta a Stalin' del año 2003. Inmensa. Literariamente tiene momentos muy conseguidos, bellos y ligeros pero rotundos y diáfanos en el contenido. Pero no sólo eso. Su decencia, su honestidad y vergüenza moral, es lo que más me ha gustado. Como él mismo dice, uno de los 6 españoles que aún en 1976 seguían en la lista oficial -Ministerio de Gobernación- de los españoles indeseables en España. Pues bien, un antifranquista consecuente; todo lo que del autoritarismo franquista detestó y denunció lo repite contra el gran Stalin y sus incontables seguidores por todo el mundo durante más de 60 años; de la Cuba castrada/castrista, de Mao, de Pol Pot, etc. Hasta nuestra actual progresía corsaria recibe su ración. Esa izquierda que no lo es, salvo publicitariamente.
Me gustaría leerle su 'Carta a Franco', que creo que es de principios de los 70. No estoy tan seguro de su 'Carta a Aznar' (creo que el título es otro).
La Unión Soviética ha sido bajo la égida de Lenin-Stalin una maquinaria carnicera. Sin paliativos. Millones, amigos, dirigentes, familiares... todos sin excepción y sin motivo. Sobrecogedora la carta del amigo Bujarin poco antes de su asesinato: "¿por qué Coba [Stalin] mi muerte es necesaria?" Es una helada perplejidad religiosa la que dicta la frase. Es la pregunta sobre el Comunismo de Estado. Porque Arrabal no cree que Stalin haya sido un accidente en el Socialismo Real, sino su única verdad. No distingue Arrabal entre Lenin, Stalin o Troski.
La respuesta que Arrabal nos da es la siguiente. El marxismo político que tomó injusta y sanguinariamente el poder en 1917 se ve a sí mismo como una religión nueva, que ni quiere ni debe pactar con extraños ideales humanitarios. Stalin, seminarita convencido en Georgia, nunca abandonará su fe en una Verdad y en la inflexibilidad de su imposición. La frialdad -cínica o doliente- del iluminado. La Inquisición implacable. Un acto de renovada fe en y para la historia secular. Infinita y diabólica como todas las inocentes maquinaciones de que es capaz el ser humano cuando deja de verse en el prójimo. La humanidad futura, el Paraíso venidero, justifica y exige millones de caprichosas muertes. La injusticia que se justifica a sí misma disfrada de corazón y futuro. El embrutecimiento sin medida, ontológicamente necesario, a que nos lleva el fanatismo religioso e ideológico.
El libro, a pesar de su brevedad (180 páginas), es un suscinto pero muy válido repaso de la historia de Stalin desde su juventud. Aparece su madre, que nunca entendió por qué Soso abandonó el Seminario, su mujeres, su hija... los nombres de los amigos que iba eliminando (con la muerte de alguno lloró, y con la de otros rio a carcajadas e hizo escarnio).
Aparecen los comunistas españoles que fueron asesinados por Stalin, y también aparecen los que ayudaron a Stalin en la azaña.
Y los intelectuales que jalearon a sabiendas, Luis Aragon es repugnante, y que son hoy para nuestra iletrada e iletrante pero muy eficaz izquierda 'mártires de la libertad'. "¡Con qué desvergüenza se les llama aún en ciertos memorandos (sin memoria) a estos chuchumecos de la vileza 'mártires de la libertad', 'artistas revolucionarios' o 'poetas'!" (p.163)
Imposible no acordarse de nuestros artistaZ, con z de subvenzión y pezebre. ¡Qué azco!
Algunas citas del libro.

"Usted, constructor del porvenir radiante, fue el religioso de lo fundamental, y el fundamentalista de la revolución. Pero cómo se pareció a los creyentes que con fe, esperanza y una caridad tan cara para sus víctimas, abrasaron almas y cuerpos en tiempos de inquisiciones, fosos y fosas y quemaderos a quemarropa." (p.11)

"Antes de convertirse usted en el ex seminarista más célebre de su tiempo la policía zarista lo llamó 'Picoso'. Para Pasternak, en el 'doctor Zhivago', 'el rostro cancaneado por los hoyos de la viruela denotan a Calígulas feroces, sórdidos y sanguinarios'. por cierto, Picasso (que nada tiene de 'picoso') iba a rendirse al culto de su personalidad, ¡personalmente!, hasta el último suspiro de su tiranía; mientras que sus fanáticos, señor Dzhugashvili [Stalin], iban a tratar de meter de rondón a los artistas estalinistas en la Historia de la Libertad, cuando sólo hubieran debido figurar en la de la Infamia." (p.70)

"Fue usted, don Iósif Vissariónovich, ¡tan secretamente religioso! hasta el último día de su vida. Gracias a su salud de hierro con los años se fue transformando a ojos vista y 'a lo bestia' según sus enemigos, pero nunca en pagano. ¡Con qué añoranza recordó usted las ceremonias de sus mayores! Habitado por la morriña intentó reproducirlas torpemente en sus ritos comunistas. Con qué apetito creó usted los ritos revolugiosos." (p.73-74)

"La humanidad sin trascendencia está atrapada hoy entre barrotes e incendios." (p.93)

"Usted quiso inculcar a sus leales la idea de que (seminarista o comunista) rendía culto a la santidad y no al tirano maquiavélico." (p.146)

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