domingo, 17 de febrero de 2008

"Pliegues de la razón moderna"

"Pliegues de la razón moderna; de Descartes a Cioran" es el título de un libro prometedor de José Luis Rodríguez editado por Mira en Zaragoza en 1993. Lo constituyen diez artículos: sobre el dualismo antropológico caertesiano, sobre la filosofía política de la Ilustración, sobre Schopenhauer, sobre Althusser, sobre Sartre y sobre Cioran. Sólo he leido por ahora el último, 'Las claves de Cioan', y que más bajo les explicaré brevemente. Prometen el número 4, 'Luces y sombras del discurso jacobino', el 6, 'Schopenhauer en el espejo' y el 7 y 8 de Sartre.


'Las claves de Cioran' (1991).

Comienza con un reconocimiento a F. Savater por pelear partisanamente por dar a conocer a Cioran al comienzo de los 70. Su ‘Introducción a Cioran’ es de 1974. Las referencias del ‘Viejo topo’ a mediados de los 70 también son recordadas por José Luis Rodríguez.

Se sorprende nuestro comentarista de la más que aceptable recepción que tuvieron las primeras ediciones de Cioran en España. Publicación cronológicamente muy despareja, pues faltaban sus primeras obras.

“Eran otros tiempos: los años de la culminación polémica entre analíticos y dialécticos, la hora de un crepúsculo que diagnosticaba la ‘nouvelle philosophie francaise’ y en la que la sombra de Habermas comenzaba a ser alargada. Por esto, resulta sorprendente que Cioran se aposentara teóricamente entre nosotros: no importa que lo hiciera como un autor marginal, como escritor de una literatura que habría de merecer más atención en los ociosos e intempestivos encuentros que en las tribunas o tribunales académicos...” (p.196)

¿Qué podía atraer de la literatura de Cioran? Y responde J.L. Rodríguez citando a Savater (‘Viejo topo’ nº4, de 1977): “una voz que se alza desde el nítido desgarramiento de la lucidez, desde el hundimiento de las razones tranquilizadoras: una voz apasionada, pero que no cede a la seducción del confuso balbuceo: un clamor martirizado, pero en el que siempre está presente el humor; una inclinación por el más tenebroso misticismo que se realiza en la exasperación del sentido común.” (p.197)

Contra el sentido común, contra la placidez y el pacto rápido con la existencia. Un estímulo para la radicalidad frente al conformismo. Vitalidad al margen o enfrentada a una cansina cultura de laboratorio. Más específicamente Cioran también representó y representa la libertad crítica frente a la herencia Ilustrada. Dice JLR: “... la crisis teórica de los años ochenta y el creciente imperialismo de una ética pragmatista (re-)inauguradora de los vigentes valores llama la atención sobre perspicaces observaciones, presentes y constantes en la literatura de Cioran.” (p.197)

Después de esta introducción el artículo se divide en dos epígrafes: 1. El lugar de E.M. Cioran en la trayectoria del pensamiento postilustrado, y 2. Historia versus Eterno Presente.

(1) El lugar de Cioran en la historia del pensamiento. La Ilustración representa el triunfo de la Razón contra la superstición, y de la libertad frente al servilismo. El profeta del sentir Ilustrado es Hegel, dice JLR, pero también habría que incluir a Kant, a Comte, las revoluciones liberales, el economicismo del libre mercado, los avances científicos, la secularización religiosa... Esta ‘visión del mundo’ Ilustrada se ha desplegado muy eficazmente durante estos últimos doscientos años. Ocurre sin embargo, que algunos espíritus más sensibles y críticos han ido denunciado, también desde hace doscientos años, los peligros que el Ilustracionismo –y disculpen nuestra expresión- nos hacía y hace correr. Por eso, y dentro del campo del pensamiento y la literatura, además de hablar del despliegue de la razón Ilustrada hay que hablar de su repliegue. Los orígenes del Idealismo Alemán (recuerden que en el ‘Fragmento del sistema’ se ataca frontalmente la ceguera arrasadora y empobrecedora de la razón Ilustrada), los románticos y su apelación a lo prerracional y al valor absoluto del yo particular, la metafísica y epistemología partidas de Schopenhauer y su derrotado cristianismo, la descripción nietzscheana de la vida como voluntad de poder, el aun más tenebroso descubrimiento de Freud. Etc.

Resultados inapelables de la crisis de la razón Ilustrada son el fin del Sujeto Trascendental platónico-cartesiano, el fin de la Historia como escenario ‘racional’ del Sujeto Racional y la fragmentación consiguiente del relato, el triunfo de formas expresivas no explicativas, como el aforismo o la autobiografía. El lirismo de Cioran condena todos estos aspectos: “[el] verdadero valor consiste, precisamente, en no ser más que sangre, sinceridad y llamas” (‘En las cimas de la desesperación’ p.17)

(2) Sobre la Historia y la ‘caída en el tiempo’, el Eterno Presente. Creo que esta es la parte más conseguida del artículo. Al igual que Susan Sontang, a quien también se cita en el capítulo, JLR, siguiendo la tesis de Savater, afirma la centralidad del tema de la Historia y de la Utopía como el tronco del pensamiento de cioraniano. Una cita del ‘Ensayo sobre Cioran’ de Savater da comienzo a la explicación: “tras la revelación de la inanidad del ser, tras la desaparición de los últimos jirones de la ilusión naturalista, disminuidos los prestigios del dios maldito, queda, inevitablemente, la historia [porque] toda noción de sentido, de finalidad, de movimiento ineluctable se ha refugiado en ella: si las cosas siguen siendo, en alguna tímida medida, explicables, lo son gracias a la historia.” (p.202)

Dice JLR: “creo, en consecuencia, que la literatura de Cioran resulta de la confluencia de dos campos teóricos, dispares y complementarios: por un lado, pensamiento sobre la constitución occidental de la idea de Historia y, por otra parte, pensamiento sobre la ipseidad del sujeto.” (p.203)

La temporalidad, la conciencia de la temporalidad, como único escenario posible para la existencia humana desfragmentada, que es la única humanidad pensable, decible, experimentable, sea individual o colectivamente. Esto que afirma JLR está bien dicho y es verdad. Mucho más discutible, aunque también de muy poca importancia real, es cómo continúa la cita anterior: “Así, desde ningún punto de vista debiera negarse ‘sistematicidad’ a los esfuerzos de la voluntad aforística de su formalidad fragmentaria: se trata, por el contrario, de una prueba de extremada coherencia,” (p.203) No tiene importancia, pero Cioran no es sistemático (sí profundamente monótono) y en absoluto coherente. ¿Qué sería ‘coherencia’; acaso la de la lógica, o la que imponen los formatos académicos...? Este academicismo que en Cioran nosotros no apreciamos y que JLR le supone, va a ser el punto más débil de la interpretación que hace JLR de Cioran. Al final de su artículo nos hablará la utopía negativa y trágica como la verdad del sistema (‘sistematicidad’) de Cioran. Estos comentarios son acertados e iluminativos mientras no se pretenda encorsetar a Cioran en estas fórmulas y esquemas académicos.

“La historia no resuelve nada porque no hay nada que resolver”, afirma Cioran en ‘Desgarradura’. Según JLR la ofensiva conducida por Cioran contra toda filosofía de la historia se asienta en su crítica al pensamiento utópico. Algunos de los calificativos sobre la utopía de Cioran, de su libro ‘Historia y utopía’. ‘Boberías’, ‘debilidad mental o mal gusto’, ‘ingenuidad o locura’, ‘el más eficaz de los vomitivos’, ‘aberraciones’...

La Utopía, fruto de la pérdida de la verdadera eternidad, “es hostil a la anomalía, a lo deforme, a lo irregular,, tiende al afianzamiento de lo homogéneo, de lo típico, de la repetición y de la ortodoxia” (cit p.205)
Amén de constituir la Utopía y la Historia un sucedáneo del Ser desgarrado; es el síntoma y la causa de la pérdida de la conciencia del absurdo de existir, conlleva la desaparición del yo frente a un abstracto y asfixiante Nosostros.

Sin embargo no es la defensa de la propia e indigente individualidad lo que lleva a Cioran a la negación de la Historia y la Utopía. La verdadera individualidad e intimidad conlleva la experiencia del Eterno Presente. A partir de la experiencia de la propia conciencia truncada y de su conciencia de la realidad igualmente quebrada es posible la intuición poética, casi mística, de la “banalidad radical”. La lúcida conciencia de la banalidad radical. Es la trascendencia del yo, hacia su no verdad, el éxtasis a que el hombre es capaz de aspirar. Como JLR concluye, la literatura de Cioran es una “utopía negativa y trágica”. (p.209)

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