sábado, 16 de febrero de 2008

Me gusta el budismo


Me gusta el budismo,
pero me gusta de aquella manera.
No le tengo fe ni pretendo
esforzarme en ninguna de sus enseñanzas.
Los aprecio como a los antiguos griegos,
a distancia, y siempre con papeles
y escoliastas de por medio.
Un Universo absolutamente incomprensible,
pero digno porque no necesita de ningún dios
para existir. Eso está bien.
Tampoco el hombre oriental o el heleno
exigieron ninguna inmortalidad.
Esto, y lo digo en un medio suspiro,
está mejor.

No me gustan las túnicas azafrán
ni las esotéricas y absurdas magias
ni las cabezas humanas afeitadas
ni los monótonos y pretenciosos cánticos.

Es dulce a mis heridas su dulce metafísica
en la que todo cabe –según dice el XIV Dalai,
incluso la física cuántica-, todo, salvo cerrar los ojos
y mentirte a cualquier precio.
***

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