viernes, 1 de febrero de 2008

Sobre Cioran

'De lágrimas y santos'. A mí me vale el libro de Cioran porque donde él dice Dios yo entiendo Nada. Él habla de la necesidad, para la conciencia humana, que inevitablemente, como cuanto en el Universo hay, está en continua transformación hacia su propia muerte o vaciamiento, de haber hallado a Dios y de haberlo experimentado hasta la saciedad –la religión, el arte, la filosofía, la teología, la ciencia, el misticismo, el ateismo consciente... Dios ha sido inevitable, el inevitable reflejo del espíritu humano en su devenir cósmico. Dios es, imposible hablar en pasado aunque cambiemos las palabras, ese Dios que emerge del fondo del hombre es el creador de cuanto nos distingue e importa, pero también es quien nos ha abrasado mortalmente. El laberinto sin solución del Ser que nos aniquila en cualquiera de sus posibilidades; si Dios existe, el hombre es una esperpéntica irrisión –una dramática y genial bufonada, una burla infinita- pero si Dios no existe perecemos con Él.
Que algunas épocas o culturas o individuos hayan pretendido la realidad real de Dios nada significa, pues ha sido la vivencia a su sombra –fría y cálida a un tiempo- lo que a nosotros nos puede importar. Sentimos nostalgia y despreciamos a los creyentes de otros tiempos, que en Dios renunciaron a su libertad y a su vitalidad. Echamos de menos, y nos parece inconcebible, el misticismo abrasador de algunos. Estas experiencias nos enseñaron la verdad de nuestra especie y nuestra médula, nos mostraron sus posibilidades diabólicas y sus miedos. El arte, y anteriormente alguna filosofía, quisieron satisfacer ese ansia incolmable que nos señala... pero sin el soporte de Dios, al que, fieles a nosotros mismos, fuimos abandonando a lo largo de los siglos, esa experiencia extática se tornó infernal. Agotamos a Dios y caímos rendidos junto a Él. Añoramos la imposible animalidad y quisiéramos no haber sido nunca consciente de nuestra indigencia y de la del Universo, y de la de cualquier Dios. Lo honesto, hoy para nosotros, es recuperar al hombre escondido tras la idea de Dios y contemplar irónica y trágicamente el inclemente paso de los años. El arte y ciertas formas del pensamiento –y puede que alguna de la religión- nos permitirán un nuevo éxtasis, el de la nada y la eternidad vacía.

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