lunes, 4 de febrero de 2008

De poesía con rabia

Ha perdido Arthur Host, así me lo dice, la sensibilidad y la dulzura para sus poemas. Pienso que nunca las tuvo, y que ha querido confesarme que se ha vuelto más seco y tosco, certero y lúcido, más monótono y menos grácil. Es verdad, su poesía, si contemplamos las cosas desde esta perspectiva, ha perdido poesía.
Yo le digo que esto nada importa, y que no caiga en tan falso envite –él me enseñó que la vida está llena de trampas y que siempre acabamos entrampados- y que no busque artificios donde no son llamados. Le hablo de León Felipe y parece animarse un poco, pero sólo un poco.
Aún sombrío, me cuenta que el mundo, la vida, los días siguen y se suceden, y la poesía, que es su alma, pierde la llama y se torna una pesada y aturdida carga, y que esto provoca rabia, una rabia certera y sin palabras ni imágenes. La poesía es rabiosamente exacta, inútil e inevitable.


En un doble sentido, el tuyo y el mío,
la vida –los años ya vencidos-
la vida, ya aprendimos, nunca fue lo que parecía.
A pesar de las dulces esperas y la dichosa inconsciencia,
la vida es terriblemente real.
En un doble sentido al menos.



Lo que te quiero contar no sé si es una derrota o un triunfo,
pero deja un poso que no es de victoria ni vencimiento.
En ocasiones contemplamos cómo los más viles y canallas
avanzan desfondados y desfigurados de su forma abstracta.
Autómatas, debilitados, ajenos a su pasado y a su futuro ruines.
La vida, piensas, también los golpea y digiere a paso lento.
No es compasión ni ningún sentimiento transforma tu lapidaria alma.
Tampoco se trata de empezar de nuevo o de recuperar
una indecente inocencia... no es nada de eso.
Simplemente, que la vida a veces se muestra más allá de nosotros,
ajena a nosotros, eterna y sin piedad.

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