lunes, 18 de febrero de 2008

Monstrum in fronte...

...monstrum in animo, decía Nietzsche refiriéndose a Socrates, cuya acomplejada fealdad le llevó a la maldad. Para Lichtenberg los infinitos grados de la belleza y fealdad física humana son reflejo, o al menos van parejos, con la infinitud de temperamentos. Pero todo esta caótica multipliciadad de caracteres es reductible, como los colres primarios, a la genialidad, la locura y la maldad. Todo hombre es una particularización irrepetible de ellas. Esto lo dice más bellamente L. en su aforismo 4:

"...habría que pasar revista, en las distintas naciones, a los grandes hombres, las cárceles y los manicomios, porque estos tres campos son, por así decirlo, los tres colores básicos de cuya mezcla surgen generalmente los restantes."


"El esfuerzo por encontrar un principium universal en algunas ciencias quizá sea a menudo tan infructuoso como el de quienes querían encontrar, en la mineralogía, un primer elemento universal cuya composición hubiese dado origen a todos los minerales. La naturaleza no crea genera ni species, sino individua, y nuestra miopía ha de buscar similitudes para poder retener muchas cosas a la vez. Estos conceptos se vuelven tanto más inexactos cuanto mayores son los géneros." (Afor. 9)

Nuestra inteligencia funciona necesaria, inevitable y eficazmente, al menos desde el punto de vista de nuestra supervivencia, esquematizando, empobreciendo, simplificando la realidad. Pero esto no es lo llamativo, sino que cuanto más inteligente y sutílmente describimos y nos explicamos la realidad, más pobre es la imagen que de ella alcanzamos. Un ejemplo: el mapa ideal, el más perfecto y verdadero, sería aquel en escala 1:1. Tal mapa es imposible e innecesario, pues requeririamos otro mapa para entender el mapa. Para que un mapa sea tal ha de empobrecer un tanto la realidad. Nuestra inteligencia empobrece necesariamente la realidad, pues no hacerlo no sería inteligente. ¿Qué conclusión podemos sacar? Que las verdades son siempre humanas, pequeñas, relativas, discutibles, revisables... ¡y que quien, por lo motivos que sea, pretenda otra cosa nos engaña y empobrece al negarnos la posibilidad de nuevos y variados mapas de tamaño humano!


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Me prometí descansar unas semanas de estalinismos y similares. Llevo tres páginas del 'Archipiélago Gulag' de Solzhenitsyn, y también tengo suyo 'Un día en la vidad de IvanDenisovich' (en una edición relativamente antigua). Pero claro, también está el Ribakov ('Los hijos del Arbat'). Si a esta gula indigerible le sumo el ensayito de 200 páginas' Cioran o el laberinto de la fatalidad' de J.M. Marín (Valencia, 2001), y a todo esto le sumamos... ¡Ya veré qué hago! Creo que habiendo leído las tres primeras páginas de un buen libro, dejarlo es un crimen.

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