El desenfreno poético y el éxtasis metafísico son la forma más honesta de la santidad que hoy nos podemos permitir. Cualquier ímpetu santo, hoy, no puede ser más que una interesante huida del mundo, pues ningún santo podría en nuestros días creer en la existencia de Dios.
Permanezcamos en este mundo, ahora sí es posible, despojado ya de su transitoriedad pero no de su vacuidad. Este vacío que todo lo empapa e inflama es el escenario de nuestra inteligencia y honestidad. Aquí caben muchas formas de vida, incontables, inacabables. Como dice Cioran, la plenitud de lo efímero.
miércoles, 6 de febrero de 2008
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