sábado, 16 de febrero de 2008

Mesianismo y 'doble verdad'

El fanatismo o el mesianismo religioso o político es inhumano porque empobrece, animaliza, asesina a personas inocentes. Muy humano, muy nuestro, pero antihumanista. Son múltiples las formas y los mecanismo como los demiurgos sagrados destruyen aquello que pretenden salvar. A uno de estos peligros podríamos llamarlo la teoría de la doble verdad. Nada que ver con Sigerio de Bravante.
Un iluminado, un mesías, puede mentir conscientemente y al mismo tiempo estar creyendo la verdad de su mentira, que se torna buena y bella por el fin aúreo que persigue. Se falsifica la realidad, a sabiendas, tornándola verdadera, esto es, acercándola al Paraíso buscado. Los límites sagrados del respeto al hombre, a cada hombre, igualmente son mendaz y bondadosamente sobrepasados en nombre de ese hombre nuevo que estamos a punto de culminar. Que este nuevo Edén se halle en la tierra o el cielo no tiene importancia.
Esta 'doble verdad' no consiste simplemente en un uso estratégico y demagógico del lenguaje, ni es simplemente un ocultamiento de la verdad. Es aceptar la Verdad de la mentira, y la Mentira de la verdad.
De aquí se siguen otros inmorales y mendaces principios de acción. El iluminado no lo diría así, evidentemente. El esfuerzo por ese absoluto religioso o político mostraría su letal desnudez y su inutilidad si no hubiese, y por la mismo siempre debe haberlo, un enemigo, un culpable, un chivo expiatorio, al que sacrificar. El dogmatismo militante requiere sangre humana para mantener la ilusión de su proyecto y ocultar el fracaso del mismo. Un Estado totalitario o una Religión fundamentalista siempre asesinará aunque no haya motivos objetivos para ello. Los asesinatos de Estado -terrenal y divino- son siempre injustos, y las víctimas siempre inocentes.
Dentro de este ambiente teológico-festivo-inquisitorial, no cabe la crítica; cualquier disidencia es siempre culpable y reaccionaria. Herética, contrarrevolucionaria. Lo progresista es entonces militar a marcha martillo en ese dogmatismo ciego. Incluso apagado el primer impulso revolucionario, la racionalidad y la compasión, la rectificación y el pedir perdón, son imposibles, pues esa bestial maquinaria cuasidivina ha creado sus propios mecanismos de perpetuación independientes del Absoluto prometido. Los medios inhumanos se convierten por tiempo indefinido en los fines, ciegos e indiscutibles, del pensar y la acción.

Esto que decimos no afecta a una consideración más sentimental y volitiva de la pura racionalidad. Quiero decir que no creo que un proyecto Ilustrado sea la única alternativa a la tenebrosa sinrazón. Casi diría más; una Ilustración que se quede en sus propios principios vacíos puede convertirse en un totalitarismo de lo superficial e indolente. Se trataría de un humanismo muy pero que muy devaluado. En nuestras sociedades actuales puede estar ocurriendo algo en este sentido. Unas sociedades, supuestamente libres y críticas, que desprecian gustosamente su propio derecho a la libertad y a la crítica están plantando el dogmatismo y la sinrazón futuras. Están renunciando a su propia libertad y racionalidad.
Tampoco incluyo a ciertas formas de espiritualidad y a ciertas morales religiosas abiertas en mi rechazo al fundamentalismo y al mesianismo, pues se trata de religiones y espiritualismos para este mundo, y sólo para éste.

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