sábado, 23 de febrero de 2008

Aclaración útil

Estaba yo pensando, créanme, y caí en la cuenta. ¿No será...? Les explico. Dos grandes males, y no es ahora el momento de indagar su origen ni de pronosticar futuribles, dos inseparables enfermedades aquejan a nuestras sociedades actuales. Por lo menos, a las que más a mano tenemos.
Por un lado, el simplismo mediocre e interesadado de una gran parte de la sociedad, que a todos nos salpica y a algunos nos duele. Por el otro, el riesgo, quizá cumplido, de un pensamiento único de tintes totalitaristas con su consiguiente institucionalización. En ambos casos, y por utilizar una clave semántica, se trata de la no realización, o de una fraudulenta realización de lo que en sentido amplio podemos designar lo Ilustrado; razón y libertad.
Algunos críticos de esta situación, que somos legión dispersa y dispar, entienden que el peligro mayor viene por lo del totalitarismo, y debe darnos igual que sea de guante blanco. Para estos, todo esfuerzo por superar el estado de feliz coma espiritual que se padece es algo secundario, aunque no sin importancia, por cuanto las posibles estrategias para superar tal, citando a Kant, domesticiodad animal, tal ajusticiamiento de lo excelente, pasarían por una revitalización desde adentro del espíritu de la mayor cantidad posible de individuos. Pero tal reconconquista de la propia racionalidad y dignidad pareja, y aquí es donde estos defensores de lo Ilustrado se asustan, requiere una aceptación de las propias entrañas en su totalidad y no sólo de los aspectos más racionales de éstas. Las raíces humanas de la razón que se hunden en el sentimiento y la voluntad. Esta irracionalidad les resulta, hoy en día, inasumible, pues creen, desde su minimalismo, que revertiría en un mayor oscurantismo.
El otro grupo Ilustrado, sin aceptar el totalitarismo, ven escasa y artificial la estrategia anterior; llamémosla 'dialógica', ¿multilógica?. Sin una verdadera conciencia individual Ilustrada no es posible ninguna acción, ni ética ni política, Ilustrada. Estos pensadores, o más bien literatos, están empeñados en la noble tarea de rescatar sus propias y particulares visceras humanizadas. Es una labor inevitablemente individual. Y entenderlo así es fundamental. Una sociedad de hombres conscientes y responsables no sería presa tan fácil del totalitarismo.
En verdad, ambos grupos buscan lo mismo, y ninguno aboga, ¡sálvenos Dios!, por un Estado que Ilustre 'desde afuera' a los ciudadanos. Esto es imposible y sería la coartada de nuevas formas mediocridad y totalitarismo.
Desde este tronco Ilustrado común han de entenderse mis críticas a otros Ilustrados.

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