La perfección científica y burocrática, indiscutibles, permiten al sujeto pusilánime (y la zona gris de la pusilanimidad es inmensa) delegar su función moral en los procedimientos teologicamente admitidos. El cientificismo (político y burocrático) son una excusa perfecta para la minoría de edad.
Esta docilidad santificada es ahora defendida con ardiente corazón y majestuosa inteligencia. Es la agresividad del adocenado que defiende su mísero patrimonio moral y material. Tal vez, en algunos casos, tan peligroso infantilismo produce en el sujeto melancolía... pero nada más.
martes, 1 de abril de 2008
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