Lo que me aflige no lo puedo decir.
No sé que me abrasa las entrañas
y roba el aire apretándome el pecho
que parece a punto de estallar.
Decir que es el alma, que es la vida,
que soy yo mismo, como yo mismo
soy, no es decir gran cosa.
Contaros esto en términos solemnes
tampoco debe ser muy eficaz,
ni posiblemente honesto. Así que no
os hablaré de Dios ni del Tiempo
ni de la Libertad ni de la Historia.
Quizá, pero tampoco, tampoco recurrir
a la psicología y terminar tan confundido
como ahora estoy, pero con menos fuerzas
y mayor culpabilidad. Puedo describiros
fríamente mi estado, compartirlo con vosotros,
desahogarme un poquito mientras
los días van modelándome el ánimo.
Es lo único que se me ocurre.
Es muy egoísta y en absoluto interesante,
pero no tengo otra a mano y realmente
me siento hundido, incapaz de respirar.
Me duele la cabeza de tanto preguntarme,
de tanto reconstruir inútilmente escenas
ya pasadas sin valor ni sentido alguno.
El futuro, la idea de que me quedan
muchos días dichosos no me dice nada,
como si no la entendiese, o como si
adivinara que esos momentos no llegarán.
La seriedad y pesadez que tantas veces
han sido una máscara están ahora adentro
de mí. Aplastando unas entrañas con otras.
Mecánicamente realizo las tareas habituales,
pero con el corazón apretado y la cabeza
en ningún lugar. No acabaría, y daría vueltas
y vueltas sobre todo esto hasta vomitar
y caer dormido. Pero no es eso lo que quiero.
Quiero ser feliz, quiero ser capaz de ilusionarme
con lo que tengo y soy. Quiero tener pequeñas
esperanzas, ilusiones y proyectos y quisiera
tomarlos en serio. Ya os digo, que no puedo.
Esta palabrería sin fin se acaba, porque,
si os digo la verdad, ahora mismo me encuentro
peor que cuando comencé el poema.
martes, 1 de abril de 2008
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