viernes, 25 de abril de 2008

Kafka

La buena novela negra ha vuelto superficiales los laberintos kafkianos. La acidez desnuda que se derrama en Kafka se ha tornado en fácil ironía e incluso humor. No pienso que Fante o Bukowski sean superficiales, en absoluto. Pero sí que requieren lectores más perspicaces y exigentes con la Literatura.

Kafka en estado puro: "Pensándolo bien, he de decir que mi educación me ha hecho mucho daño en no pocos sentidos. Este reproche se dirige a mucha gente, a saber, a mis padres, a algunos parientes, a ciertos visitantes de nuestra casa, a diversos escritores, a una cocinera muy concreta que durante un año estuvo llevándome a la escuela, a un montón de profesores... a un inspector escolar, a transeúntes que caminaban despacio, en resumen, este reproche es como un puñal que va zigzageando a través de toda la sociedad... Y a todos ellos les formulo mi reproche, y de ese modo hago que se conozcan entre sí, pero no tolero ninguna réplica. Pues ya he soportado, en verdad, bastantes réplicas, y como la mayoría de ellas han refutado mis argumnetos, no me queda otro remedio que incluir en mi reproche también esas refutaciones y decir que, además de mi educación, también esas refutaciones me han hecho mucho daño en no pocos sentidos." ('Diarios' 1910)

Los laberintos del alma, sus sentimientos y pensamientos en irregular espiral. La incansable imposibilidad de plasmar la sujetividad. La incorruptible batalla consigo mismo.

La ruptura -¿expresionista?- de la confianza romántica en la razón al servicio del sentimiento. El silencio y el gritos, ennoblecidos, como una verdad transitoria. Como una no verdad también, pues hasta el silencio y el más puro alarido están contaminados de mundo y sujetividad. La imposibilidad de cualquier verdad. La insuficiencia de la expresión poética.

La esperanza, un sustantivo exagerado, en las cualidades primeras ahogadas; un centro de gravedad sin relación alguna con el afuera ni consigo mismo. El terror al tiempo deshechado. Cada instante, paralizados, es una derrota.

Sin culpa no hay arrepentimiento. Pero debe haber arrepentimiento, luego hay culpa (sin culpables reales). Buscamos a los culpables y buscamos el propio arrepentimiento por la imperfección interior. Dónde reflejar lo imposible, al Yo siempre truncado.

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