Los griegos antiguos y clásicos concebían y experimentaban la 'humanidad' humana de un modo doble y aparentemente contradictorio. Lo humano, míseramente, es lo distinto a lo dioses inmortales, bellos y felices. Pero lo humano es también lo que nos distingue del animal y del bárbaro. Es la racionalidad y el lenguaje, es la poesía y la ofrenda a los dioses, es la justicia y virtud política e individual.
Platón e Isócrates (según Bruno Snell en el cap. XIV, 'El descubrimiento de la humanidad...' de su libro 'El descubrimiento del espíritu') son los dos mejores ejemplos de estos modos antagónicos de entender la humanidad.
Platón remarca nuestra distancia abismal con los dioses, matizada sin embargo por la posibilidad de la Sabiduría, mientras que a Isócrates le interesa lo que nos separa de la irracionalidad, de la ausencia de leyes y del sentimiento respetuoso hacia las mismas. Los siglos han dado como vencedor a Isócrates. El humanismo renacentista y el de la Ilustración y sus posteriores evoluciones y revoluciones es el de Isócrates (pasado por Cicerón y el cristianismo), que es como en nuestros días se entiende el lugar del hombre en el Universo.
Recomienda Snell no olvidar la línea platónica, en mi opinión Sófocles es más evidente, de asumir nuestra humanidad. Reconer nuestros propios límites y no sobrepasarlos (la Hybris) so pena de ser castigados por los dioses, que hoy somos nosotros mismos, esto es, el Destino o la Historia.
"...el respeto al hombre. Los valores absolutos que están por encima de nosotros, sobretodo el derecho y la verdad, tienen la fatal propiedad de hacernos olvidar a veces que el absoluto que conocemos no lo es. Nos permite actuar como si nosotros fuéramos personalmente el absoluto. ¡ay entonces de nuestros semejantes! La moral se convierte entonces en dinamita. Y su fuerza explosiva aumenta amedida que los hombres creen que deben servir, y la catástrofe está asegurada desde el momento en que convienen que determinadas instituciones encarnan el absoluto. En tales casos hay que recordar que todo hombre tiene su dignidad y libertad." (B.Snell, p. 445)
La Historia debe enseñarnos, en definitiva, que ambas formas de la Humanidad, el reconocimiento de la finitud y el deseo de la libertad, son dos caras de la misma moneda. Que la libertad, la dignidad, el derecho, la verdad, etc. no son posibles si olvidamos nuestra radical finitud, si pretendemos divinizarnos.
sábado, 5 de abril de 2008
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