viernes, 18 de abril de 2008

Filosofía II

En el inútil juego de las causas y los efectos, mi incapacidad y mi desazón me llevan a negar la 'filosofía pura' como modo de aposentarme en la existencia. Pensamientos tengo, como todos, y padezco y disfruto la extraña vocación de prestarles atención. Una cierta coherencia voy cimentando, más por inercia que por otra cosa. No busco la coherencia por sí misma. Seguir los pasos de los conceptos y sus extrañas afinidades me resulta, hasta cierto punto, entretenido y no diga que sea algo totalmente sin valor. Pero mi 'método' es otro. Apresar mis 'estados de conciencia' e intentar estar a la altura de ellos. Cualquier modo de ocultarlos o maquillarlos me parecería impúdico. Sé que ellos mismos se disputan el grado de certidumbre y la vivacidad con que yo, después, los experimentaré.

Es muy sombrío, pero igual no lo es tanto, intentar volver la razón, y vamos a llamarla alma, sobre sí misma. Es una lucha antinatural pues toda alma tiene vocación de Universo, dioses y Humanidad. La soledad es antinatural... y en el fondo imposible. Platón y Nietzsche, por poner de ejemplo a dos muy peleados, comparten esta forma extrovertida o centrífuga de entender y practicar lo espiritual. Ambos encuentran lo que el alma es afuera del propio alma. En las Ideas, en la Vida/Voluntad. Ambos, además, tienen la convicción de que el alma ha de batirse con el afuera del hombre; alcanzando la perfección de las Ideas o bregando por la libertad y creatividad terrena. Se echa en falta el viaje del alma sobre sí misma. Travesí difícil; no hay mapas y son muchos los bellos y atractivos atajos que encontaremos. Algo más; no es la Humanidad quien tiene un alma sino cada particular e irrepetible e intransferible sujetividad.

La noble buena filosofía me es insuficiente. No me habla de lo que realmente me interesa que es saber quién o qué voy siendo yo en cada instante.

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