sábado, 12 de abril de 2008

'En las cimas...' IV

Entrega 4ª. Atención, que pronto hay examen.

'Sobre la contradicción' y 'Sobre la tristeza':


“La preocupación por el sistema y por la unidad no ha sido, ni lo será nunca, una característica de quienes escriben en los momentos de inspiración, en los cuales el pensamiento es una expresión visceral que obedece a los caprichos de los nervios. Una perfecta unidad, la búsqueda de un sistema coherente son la prueba de una vida personal pobre, esquemática e insulsa, carente de contradicciones, de gratuidad, de paradojas. Sólo las contradicciones esenciales y las antinomias interiores prueban una vida espiritual fecunda, pues sólo ellas proporcionan al flujo y a la abundancia internas una posibilidad de realización. Quienes varían poco de estado de ánimo e ignoran la experiencia de los extremos no pueden contradecirse, puesto que sus tensiones insuficientes no podrían oponerse. Quienes, por el contrario, sienten intensamente el odio, la desesperación, el caos, la nada o el amor, aquellos a los que cada experiencia consume y precipita hacia la muerte, que no pueden respirar fuera de las cimas y que están siempre solos (y con mayor motivo cuando están acompañados), ¿cómo podrían seguir una evolución rectilínea o cristalizarse en un sistema?. Todo lo que es forma, sistema, categoría, plan o esquema procede de un déficit de los contenidos, de una esterilidad de la vida espiritual. (...) Todo aquel que repruebe los estados caóticos no es un creador, quien desprecie los estados enfermizos no tiene derecho a hablar del espíritu. Sólo posee valor lo que surge de la inspiración, del fondo irracional de nuestro ser, lo que brota del punto central de nuestra subjetividad.”



“Sólo son felices quienes no piensan nunca, es decir, quienes no piensan más que lo estrictamente necesario para vivir. El pensamiento verdadero se parece a un demonio que perturba los orígenes de la vida, o una enfermedad que ataca sus raíces mismas. Pensar continuamente, plantearnos problemas capitales a cada momento y experimentar una duda permanente respecto a nuestro destino; estar cansado de vivir, agotado hasta lo inimaginable a causa de nuestros propios pensamientos y de nuestra propia existencia; dejar tras de sí una estela de sangre y humo como símbolo del drama y la muerte de nuestro ser, equivale a ser desgraciado hasta el punto de que el problema del pensamiento nos da ganas de vomitar y la reflexión nos parece una condena. Hay demasiadas cosas que añorar en un mundo en el que nada debería ser añorado."

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