En el relato homérico, Ítaca es la patria que deseamos alcanzar, y a la que llegaremos tras un largo y dificultoso viaje. Una odisea es eso. Sin intentar o forzar una lecturas sujetivista de 'La Odisea' y de Ulises, sin hacer de Ulises el héroe trágico de la moderna subjetividad, es evidente que en el relato clásico el viaje, con ser extraordinario, es sobre todo el camino hacia la meta posible. Alcanzar Ítaca, matar a los pretendientes y reunirse con Telémaco y Penélope es el sentido del relato.
Es cierto que Ulises termina rechazando a Circe, y que es su propio empeño el único motivo para abandonar tan divina estancia. Ya se intuye una posible decepción cuando al arrivar a su patria recuerde la isla y el cuerpo de la diosa. Además, son demasiados los años transcurridos, y más merece, para nosotros, un final trágico que feliz el poema. La necesidad, ahora infinita de aventura, para un mísero ser humano sin más recursos que su voluntad, posiblemente cada vez más cansada, terminará haciendo de él un cadavérico Fausto. Pero no queremos entrar en estas lecturas u ocurrencias actuales sobre el Odiseo clásico. Hace tiempo, al hilo de la 'Carta a Lord Chandos' leí sobre todo esto 'La sombra de Ulises' de Boitani. A ese libro les remito.
Nos quedamos con el valor supremo imprescindible de Ítaca para Homero y`para Ulises.
Cavafis, tres mil años después nos hace su propia lectura. El viaje es lo importante, el viaje te hará sabio en experiencias. Pide que Ítaca tarde en llegar y no te sientas defraudado cuando descubras, ya viejo, que Ítaca no podía ofrecerte nada nuevo que no hubieses alcanzado ya en tu peregrinaje. Ítaca son las ítacas, tantas como individuos y tantas como cada uno desee. Sólo valor nos exige el largo viaje. El viaje, rico en aventuras, lo es todo porque nada más puede ofrecerte Ítaca.
Algunos otros poetas, como Cioran o Pessoa o Host, han afirmado que lo importante no es experimentar el viaje aunque Ítaca no exista, sino reflexionar y peregrinar desde el convencimiento de que Ítaca no existe. Que no es posible ninguna plenitud. El por qué y para qué de un viaje sin meta es la pregunta. Para Cavafis, el alma se va enriqueciendo; para Cioran, por ejemplo, se va desgastando. El final es feliz en Homero , la vuelta al trono de Ítaca; en Cavafis la sabia y satisfecha aceptación del fin de los maravillosos años vividos. El naufragio presentido para Pessoa, Cioran, Panero, Host, y otros muchos.
viernes, 4 de abril de 2008
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