martes, 1 de abril de 2008

Cientificismo

El cientificismo se define como la creencia en que la verdad de la ciencia y la realidad de la que la ciencia nos habla, son la única verdad y realidad. En todo caso, el paradigma indiscutible de lo verdadero y real. Esta fe, esta metafaísica, es falsa y peligrosa. Falsa no sólo por indemostrable, sino porque la propia experiencia de cada uno y de otras culturas nos descubre -a quien no esté cegado por el propio cientificismo- la ambigüedad, profundidad y elasticidad inaprensibles (no digo absolutamente incomprensibles) de lo que sea verdadero y real.

Un peligro se acrecienta cuando el cientificismo y sus valores añadidos (confianza ciega en el futuro y los expertos científicos) se convierte en criterio último de la acción y justificación ética y política. No ya el Hombre, así en general, delega su responsabilidad y subjetividad en la idea del Hombre de la ciencia, sino que el Ciudadano delega y renuncia a su responsabilidad y dignidad que pone en manos del Estado y de sus Bondadosos y científicamente bien asesorados mandatarios.

Esto se traduce en leyes que igualan y determinan al individuo en muchos campos que deberían ser de dominio exclusivamente particular. El individuo renuncia a determinar su propia vida, que se vuelve así más anodina, impersonal e insatisfactoria. La vida privada y las dudas y esperanzas de cada cual se convierten en algo sin valor social real e incluso personal. Un mero desahogo.
Esto se traduce, también, en una confianza excesiva (y cómoda) en el hacer del político: el ciudadano renuncia a su labor crítica frente al Estado. Esl Estado, o ese Sujeto Elíptico que nos gobierna, que está oculto pero no ausente, se convierte en el único protagonista y sujeto de la historia.

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