lunes, 14 de abril de 2008

'En las cimas...' VI

'Dejar de ser hombre' y 'Sobre la miseria'


“Estoy cada vez más seguro de que el ser humano es un animal desgraciado, abandonado en el mundo, condenado a encontrar una manera de vivir propia, inédita en la naturaleza. Su supuesta libertad le hace sufrir más que cualquier forma de vida cautiva en la naturaleza. Nada tiene de extraño, por consiguiente, que el ser humano llegue a veces a estar celoso de una planta, de una flor. Para querer vivir como un vegetal, crecer enraizado, desarrollarse y luego marchitarse bajo el sol con una perfecta inconsciencia, para desear participar en la fecundidad de la tierra, ser una expresión anónima del curso de la vida, no hay que poseer la mínima esperanza respecto del sentido que la humanidad pueda tener. ¿porqué no cambiaría yo mi existencia por la de un vegetal?. Sé ya lo que significa ser hombre, tener ideales y vivir en la historia: ¿qué puedo esperar aún de semejantes realidades?. Ser hombre es ciertamente algo capital, trágico, dado que el hombre vive en una categoría de existencia radicalmente nueva, mucho más compleja y dramática que la de la naturaleza. A medida que nos alejamos de la condición del ser humano, la existencia pierde intensidad dramática. El hombre tiende constantemente a arrogarse el monopolio del drama y del sufrimiento; de ahí que la salvación presente para él un problema tan candente e insoluble. Yo no puedo sentir el orgullo de ser hombree, porque he vivido ese fenómeno hasta sus últimas consecuencias. Sólo quienes no lo han vivido intensamente pueden sentir ese orgullo, puesto que no hacen más que seguir intentando llegar a ser hombres. La fascinación que sienten es totalmente natural: nada más comprensible que quienes apenas han superado el estado animal o vegetal aspiren a la condición de seres humanos. Pero quienes saben lo que ella significa intentan convertirse en todo menos en eso.”


“Convencido de que la miseria se halla íntimamente unida a la existencia, no puedo adherirme a ninguna doctrina humanitaria. Considero que todas ellas son igualmente ilusorias y quiméricas. Hasta el silencio me parece un grito. los animales, que viven de su propio esfuerzo, no conocen la miseria, pues ignoran la jerarquía y la explotación. Este fenómeno aparece sólo con el hombre, el único animal que ha esclavizado a sus semejantes; solamente el ser humano es capaz de tanto desprecio de sí mismo. Toda la caridad del mundo no hace más que subrayar la miseria que hay en él, haciéndola aún más escandalosa que el desamparo absoluto. Ante la miseria, igual que ante las ruinas, deploramos una ausencia de humanidad, lamentamos que los seres humanos no cambien radicalmente lo que podrían cambiar. este sentimiento va unido al de la eternidad de la miseria, al de su carácter ineluctable. Sabemos que los hombres podrían suprimir la miseria y a la vez somos conscientes de su permanencia y acabamos experimentando una inquietud inhabitual y amarga, un estado de ánimo confuso y paradójico, en el que vemos toda la inconsistencia y la mezquindad del ser humano. La miseria objetiva de la vida social no es, en efecto, más que un pálido reflejo de una miseria interior.”

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