Espíritus de todas las épocas, verdaderamente humanos, los ha habido siempre. Lichtenberg, en el último cuarto del s.XVIII escribió este casi poema, casi plegaria.
"Sobre un feto de negro conservado en alcohol.
Sigue allí en la postura en que aguardaba la vida y la luz del día, una vida y una luz que el pòbre jamás llegó a ver. ¡Qué feliz eres niño, por haber llegado tan pronto a la meta que miles de hermanos tuyos sólo alcanzan después de sangrientos azotes e incontambles sufrimientos.
Pobre pequeño, qué feliz eres. La paz de la que tú gozas ahora, miles de desdichados, hermanos tuyos, tienen que comprarla con su sangre bajo el azote de mercaderes indignos. Nada, absolutamente nada has perdido en este mundo en el que tus derechos están vendidos y tu amo hubiera sido mercader. También a él, que ya tenía preparadas tus cadenas, le hubiera valido más no ver, como tú, la luz del día." (Aforismo 322D)
jueves, 3 de abril de 2008
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